Los laberintos de la música popular como símbolo de protesta y resistencia.

A esta altura, escribir un libro sobre la canción protesta supone un camino tan intrincado como intentar definir qué es el arte o si las canciones de Bob Dylan merecen un premio de literatura. Puede convertirse en un laberinto sin salida, así que Dorian Lynskey opta por una definición de márgenes holgados: “Canciones que tratan de cuestiones políticas para apoyar a las víctimas. Puede ser un encasillamiento, pero es muy amplio, está repleto de agujeros y nadie debería asustarse con él”.
Luego, sitúa esas canciones en el tiempo, a partir de fines de los ‘30: “Es ahí donde la cosa se empieza a poner interesante. Antes (…) existía la música popular apolítica de Tin Pan Alley y, por otra parte, las melodías tomadas de las canciones de los trabajadores. Solo cuando la canción pop abrazó enteramente la política con ‘Strange fruit’ de Billie Holiday, a la vez que la música folk se radicalizaba con Woody Guthrie, empezaron a saltar chispas entre los polos opuestos de la política y el espectáculo”.